lunes, 15 de septiembre de 2008

El hombre que perdió su cabeza

Era un día como cualquier otro, laborable y gris en los albores de la primavera, en ese día a ratos llovía, se nublaba, salía el sol tímidamente para después sucumbir en el vapor de la nubes, podría ser un martes o un miércoles, la hora, matinal, ni muy temprano, ni muy tarde, imprecisa. El lugar, una mutua. Una mutua gris, decorada en un concepto más gris todavía, casi deprimente. En la recepción una señorita pálida y pequeña (a punto de jubilarse) con las cejas pintadas, muy maquillada y con gafas pasadísimas de moda afinaba sus uñas con una lija de palo. Lo único que se oía era el ruidito de la ventilación. Al fondo del pasillo había una sala supestamente de espera. La iluminaban una lámpara que parpadeaba y los fluorescentes del techo, en el suelo había una moqueta de color verde oscuro y las butacas eran de plástico pretencioso porque trataban de simular cuero.

En la sala había un señor sentado esperando pacientemente. Éste señor llevaba su cabeza en el brazo como si se tratara de un casco de moto. Sí, por culpa de un accidente laboral su cabeza había sido extirpada de su cuerpo, pero lo llevaba bien, ya que ese caballero tenía un gran dominio de sí mismo.

La puerta de la consulta estaba entreabierta y por esa razón (sin él pretenderlo) Asomó su cabeza suelta para oír la conversación entre el médico y la enfermera.

-¿Estabas segura de qué llevaba una corona de espinas?

-Sí lo vi con claridad diáfana.

-He llegado a la conclusión de que el universo se expande.

El paciente no se encontraba muy bien, esperaba el momento en que le invitaran a entrar.

-¿Habrá alguien?

-¿En el universo?

-No, fuera en la sala.

La enfermera asomó la cabeza y le preguntó.

-¿Usted es el último?

Al señor le costaba girarse porque aún no tenía práctica para esa nueva situación.

-Creo que sí.

-Pase, pase.

Al ponerse de pie se le fue la cabeza de sus manos y como si se tratara de un balón le dio golpecitos hasta controlarla y llevarla a su lugar provisional. Enfiló con paso decidido hacia la entrada y una vez en el interior logró sentarse con movimientos algo ortopédicos.

La enfermera cerró la puerta y el médico sin aún haberle mirado (pues queda algo en el ordenador) le preguntó.

-¿Qué le ocurre?

-Bueno, creo que se me ha salido la cabeza del cuerpo o dicho de otra manera más amena... creo qué... he perdido la cabeza.

El médico esta vez dejó de mirar al ordenador y le observó con cara de médico profesional (pragmático casi borde).

-A todos nos pasa.

El médico le miro a los ojos de manera penetrante y luego le taladró de arriba a abajo y sin variar la expresión le continuó preguntado.

-¿Cómo le ha ocurrido eso?

El paciente (ya algo bajo de presión) trató de poner en orden el mini cuento que le tenía que explicar al doctor.

-Pues, en fin, es un poco estúpido, pero... me lo he hecho en el comedor de la empresa.

-¿Qué empresa es?

-Bueno, es una empresa de cartera privada.

El doctor dio un vistazo rápido al ordenador para ver el nombre de la empresa.

-Sí, sí... ya veo. Bien ¿cómo fue?

-Saliendo de merendar, al pasar por la puerta automática, se ve qué olvidé algo y bueno... traté de volver y al dar la vuelta... la puerta se cerró, me atrapé el cuello y, ya ve.

-¿Qué hace en la empresa?

-Llevo una máquina que clasifica unas veinte mil cartas por minuto.

-¿Cómo lo hace?

-Exactamente no lo sé, yo solo aprieto botones.

-Y llevando usted la máquina ¿Ocurrió algo?

-¿Eh? no.

El médico empezó a poner cara de circunstancia y se quedó un ratito pensativo.

-¿Qué ocurre?

-Verá, es qué... como no ha tenido el accidente en el momento operativo, o dicho de otra manera más simple, como usted no se lo ha hecho trabajando, la mutua no le puede cubrir la baja ¿sabe?

-¿Ah, no?

-No.

-Pero, si es evidente que no puedo seguir trabajando.

-Sí, de eso ya soy consciente, pero como le he dicho... la mutua no puede absorber los costes de su operación, en fin qué no.

-Ya pero el comedor se encuentra en el interior de la empresa.

-Es un anexo.

-Un anexo.

-Es un anexo.

-¿Qué quiere usted decir exactamente?

-Que el comedor no se considera como recinto industrial de la empresa. A usted le podría haber ocurrido lo mismo en su casa por ejemplo.

-Vaya.

-La mutua solo se encarga de accidentes que ocurren dentro del taller por decirlo de alguna forma, todo lo demás no.

-Y si me hubiera ocurrido en el ascensor bajando hacia el taller.

-Tiene que ser al lado de la máquina y que lo graben las cámaras, si no tampoco.

El señor comenzaba a temblar y a tener problemas de concentración.

-Me encuentro mal.

-Vaya a la seguridad social.

El señor (que ya tenía las manos en su cabeza porque la aguantaban) se secó el sudor de la frente.

-¿Qué hago?

-Bueno, lo único que tenemos aquí son aspirinas.

-Estoy un poco mareado.

-Tranquilo eso no es nada.

-¿Qué voy hacer?

El médico en un leve signo (accidental) de compasión le dijo.

-Si quiere podemos darle el día de baja.

-Bien, sí deme el día de baja.

El médico telefoneó a la recepcionista.

-Marián tramita a este buen hombre el papel conforme nos ha venido a visitar.

-¿Y esa es la baja?

-Con ese papel tendrá suficiente.

El médico se le quedó mirando y le preguntó.

-¿Alguna cosa más?

-No.

-Bien, pues... buenos días.

-Buenos días.

El paciente se levantó como pudo y logró llegar a la recepción, una vez ahí la mujer diminuta le dio el papelito conforme justificaba sus horas de no producción y se despidió de él.

-Buenos días tenga usted.

-Trataré de tenerlos.

El señor abrió la puerta de cristal traslúcido y ésta al ser automática le dio un empujón en su hombro y éste a su vez lanzó su cabeza por la calle que comenzó a rodar como si se tratara de un balón de fútbol, la puerta se cerró y sus silueta traslúcida se marchó sin cabeza.

En la mutua no supieron nada más de él.



© Juanjo Díaz Tubert - 2008 (Todos los derechos reservados)


4 comentarios:

Alegría dijo...

Me encanta, no podía ser mas realista.
Saludos.

SisterBoy dijo...

Pues a mí lo que me ha impresionado es el contraste entre la descripción de la consulta con la introducción del tipo que tenía la cabeza bajo el brazo.

Me ha recordado aquel cuento de Benito Perez Galdos (sobre un tipo que se despertaba decapitado y sin saber qué había sido de su cabeza) pero con un barniz satírico al estilo Monty Pyton

foscardo dijo...

Bueno me alegro que hayáis dsifrutado del cuento del señor Juanjo. Me ha costado un poco convencerle para que escriba cuentos, entre otras cosas porque se prodiga más con los guiones para cortos. Espero que con este primer adelanto nos permita conocer más de sus historias o adaptaciones que guarda en la chistera o en un cajón a la espera de ser filmados.

Por cierto ¿no os parece que ultimamente el nivel de las historias de colorin colorado estan teiendo más peso?

Anónimo dijo...

Es genial, la verdad conozco a este chico y no pense que tuviera esta imaginación, es una pena que directores de cine tan conocidos en españa, no dediquen unos minutitos a leer las historias y guiones de este, joven que su única ilusión es poder producir un corto.
sigue escribiendo por que es la de enrriqueser el espiritu, y crecer mentalmente, felicidades.