domingo, 16 de noviembre de 2008

Cuento tecnológico

-¿Y tu como sueñas, en amamórfico, en digital o en alta definición?


© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

Matarilerilerón... ¡Chimpón!

Bajó al fondo del mar y por mucho que buscó no encontró las llaves en ningún lugar.

© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

La esencia de la fama

-¡Soy la más popular! ¡Soy la más popular!¡¡¡POR FIN SOY LA MAS POPULAR!!! - Gritó Hillary Applegate radiante de felicidad mientras saltaba de alegría dentro del corro de gente curiosa que se cernía alrededor de ella y que se multiplicaba por momentos. Algunos de los allí presentes también gritaban, pero aquello que salía de sus gargantas no eran precisamente un vitoreó ni nada que se le pareciese, todo lo contrario.
Cinco minutos más tarde llegó la policía. No les costó mucho quitarle el cuchillo ensangrentado de la mano. En realidad fue todo muy sencillo. La chica estaba tan feliz, tan pletórica que incluso abrazó y besó a un par de agentes manchándoles el uniforme con la sangre de Aloisa T. Witkin, presuntamente su mejor amiga y rival, que yacía ya sin vida, en el suelo, boca abajo y empapada en un inmenso charco de color escarlata.

© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

sábado, 15 de noviembre de 2008

Golpes de la vida

Toda su vida tuvo miedo de algo, de pequeño temía a la oscuridad, a los monstruos que habitaban debajo de su cama, incluso a tener pesadillas.
Cuando fue creciendo los miedos fueron cambiando, se convirtieron en miedo a la soledad, a no ser nadie en la vida, etc.
En la edad adulta había conseguido dominar muchos de esos miedos, ya no temía a la oscuridad, sabía a ciencia cierta que debajo de su cama no había monstruos, las pesadillas eran solo sueños, no temía a la soledad porque tenía una familia, y por supuesto no era ningún don nadie, tenía su propia empresa y le iba francamente bien.
Sin embargo un día empezó a escuchar una palabra en todos los medios de comunicación, una palabra aterradora, incluso la gente no dejaba de repetirla en las tiendas, los bares, en la calle. Aquella palabra le devolvió todos sus miedos, y de hecho consiguió que se hiciesen realidad.
Perdió su empresa y su dinero, le abandonó su esposa y se llevó a sus hijos, no podía dormir bien y tenía constantes pesadillas, debajo de su cama se acumulaban montones de facturas sin pagar, como monstruos al acecho, y por si todo esto fuera poco le cortaron el suministro eléctrico por falta de pago, con lo que se quedó en la temida oscuridad.
Y así arropado por todos los miedos de su vida maldijo una y tres mil veces el fatídico día en que escuchó por primera vez la palabra: CRISIS
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© Alegría - 2008 (Todos los derechos reservados)

viernes, 14 de noviembre de 2008

Amor preadolescente

Cómo podría decirte con una sola palabra todo lo que siento. Todos mis sentimientos se funden dentro de mi alma como lava dentro de un volcán a punto de estallar.
Muchas veces me gustaría ser el viento que te acaricie cuando no estés a mi lado.
¿Por qué a veces me haces sufrir tanto? Sólo quiero poder estar contigo, porque tú eres mi estrella, aquella que cuando miro me hace sentir bien. Estás en mi pensamiento, día y noche, a todas horas. Eres la luz que alumbra en mi oscuridad.
Te quiero

© Laura Moya Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

La Incertidumbre

Y el anciano, con voz trémula, les dijo a los niños:
-Hoy tenía un hermoso cuento para contaros, quizás el cuento más hermoso que jamás haya sido creado; un cuento repleto de emociones, amores, risas, lagrimas, temores y felicidad... Pero estoy tan, tan cansado que quizás os lo cuente mañana. Ahora, si me dispensáis, me retiro a dormir.
Se levantó de su silla dejando a los infantes todos sentados en un perfecto círculo, al amparo de la lumbre; había una gran expectación en sus miradas.
El hombre entró en su habitación. Se quitó las ropas y se puso su pijama. Lo hizo con torpeza, tomándose de vez en cuando una ligera pausa. Se acostó, poco a poco, reposando por ultimo su cabeza sobre la superficie de la almohada. Tras apagar la luz de la mesita de noche se sumió en un sueño, un sueño profundo, un sueño del que nunca jamás se despertó.

© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

Premoniciones

Las premoniciones empezaron un día cualquiera, un día sin nada especial que pudiera presagiar lo que se me venía encima; a partir de aquel día mi vida cambió de una forma brutal.

Lo primero fue tener la certeza de que el teléfono iba a sonar y saber también para quien sería la llamada, a pesar de encontrarnos en aquel momento seis u ocho personas en la habitación, no dude en comentarle a mi amiga que lo cogiese ella porque era su marido. Por aquel entonces no había identificador de llamadas, y todos se quedaron sorprendidos con mi acierto.

Pero aquello no era nada más que la punta de un iceberg, al principio me divertía saber cuando iban a llamar a la puerta, o cuando tal o cual cosa iba a suceder, luego se volvió algo fastidioso, en mi vida ya no había sorpresas.

No sé explicar cómo” veo” las cosas de antemano, no es una imagen que se me aparezca ni nada parecido, simplemente sé lo que va a pasar unos segundos o minutos antes de que ocurra.

Lo peor es que con tan poca antelación no puedo evitar que pasen ciertas cosas, como saber que una señora se va a caer en la calle y no llegar a tiempo para evitarlo. Últimamente siempre “veo” cosas desagradables que le va a pasar a cualquiera que esté a mi alrededor y me siento terriblemente impotente, sobre todo cuando es alguien de mi familia.

Ayer intuí que la madre de mi mejor amiga iba a fallecer, os podéis imaginar mi situación, cómo la llamo y le digo que su madre está a punto de morir, si no lo ha hecho ya? Me arme de valor y marqué el teléfono de mi amiga, como quien no quiere la cosa empecé por preguntarle que hacía y donde se encontraba, me contó que se encontraba en un centro comercial, de compras con su madre, que pensaban comer algo allí mismo y que luego darían un paseo. Seguí interrogándola, le pregunté si su madre se encontraba bien, si se sentía cansada o enferma. Mi amiga sabía de mis premoniciones, se alarmó con mi curiosidad y empezó a bombardearme con preguntas, que había visto y cosas por el estilo, no tuve valor para decírselo y mentí.

La señora se encontraba perfectamente, y desde que tuve la visón hasta aquel instante ya había pasado tiempo más que suficiente para que se hubiera producido, respiré aliviada y di gracias por haberme equivocado, con mejor ánimo me despedí de mi amiga, quedamos en vernos al día siguiente.

Pensé que aquel error bien podía significar que ya no tenía visiones, o que iban en camino de desaparecer. Continúe con mi trabajo, pero no conseguía quitarme de la cabeza la imagen de mi amiga llorando delante de un cuerpo inerte, tumbado en el suelo y tapado con una sábana blanca.

Llegué a casa después del trabajo cansada y nerviosa, me encontraba tensa y decidí darme un baño, justo cuando empecé a llenar la bañera llegó “el flash”, lo vi claramente, la madre de mi amiga cruzando la calle y aquel coche rojo deportivo a toda velocidad…, sentí el impacto como si hubiese sido en mi propio cuerpo. Me quede arrodillada delante de la bañera, sabía que había ocurrido de verdad, no necesitaba que nadie me lo confirmara, y también sabía que poco tiempo después el teléfono sonaría y sería mi amiga llena de dolor.

No respondí a la llamada, ni a esa ni a todas las demás, para que si ya sabía quiénes eran y que querían.

Me pasé la noche en blanco sentada a oscuras en el sofá, y casi al venir el día he tomado la decisión de escribir esto y de lo que haré después.

Si cuento todo esto es porque no quiero que nadie mal interprete lo que voy a hacer, no es por un arrebato de locura, como se podría pensar, ni tampoco es un acto totalmente voluntario. Es simplemente lo que de todas formas va a suceder, lo he visto claramente la noche pasada. Vi la bañera llena de agua caliente, me vi a mi misma con un cuchillo de la cocina y después vi como el agua se teñía de rojo.

Lo que cambia esta premonición con respecto a las otras es que por fin he tenido tiempo para remediarla, he tirado por el balcón todos los cuchillos y objetos cortantes que tenía en casa, he preparado el equipaje y me marcho no se a donde, pero lo más lejos posible… llaman insistentemente al timbre de la puerta, no quiero abrir pero tendré que hacerlo, es la pesada de mi vecina del al lado, si no abro no se marchará……… ha encontrado en la calle los cuchillos y todo lo demás y ha reconocido un abrecartas horrendo que me trajo de unas vacaciones, me lo ha devuelto todo y de camino me ha echado la bronca por el despiste que tengo, esta señora nunca se entera de nada.

Ahora ya no puedo marcharme, pondré a llenar la bañera….

© Alegría - 2008 (Todos los derechos reservados)

sábado, 1 de noviembre de 2008

La última llamada

Una historia real. Una comisaría de policía en medio de los territorios ocupados. Hay una revuelta, el edificio es asaltado y sus ocupantes linchados por la multitud. En medio de la masacre suena un teléfono móvil tirado en el suelo. Uno de los rebeldes lo recoge y contesta la llamada. Es la mujer de uno de los policías que ha oído la noticia de los disturbios y trata de localizar al hombre. El linchador contesta: “Señora, estamos descuartizando a su marido”.





© Sisterboy - 2008 (Todos los derechos reservados)

jueves, 23 de octubre de 2008

El cuento exquisito #1

Al aroma de frambuesa, caramelizado con azucar a la canela y con un ligero toque de chocolate negro a la pimienta. Ah y adornado por una bola de helado de maracuyá bañado en Contreau.

© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

martes, 21 de octubre de 2008

El conde Ugolino

EL CONDE UGOLINO.


- “¡Adelante, conde Ugolino!”.

El vigilante abrió, como todas las noches, la puerta de la celda de la torre oeste de la biblioteca y el viejo cocodrilo salió pesadamente en dirección a la sala de lectura, vigilando, cuidando de que ningún libro estuviera fuera de su estantería y, si encontraba a alguno zascandileando por ahí, ¡zas!, se lo comía.

Una noche, el vigilante abrió la puerta de la celda pero el reptil no apareció.
Creyendo que pasaba algo, entró dentro y ¡ñam!, el conde Ugolino se tragó al vigilante de un bocado.
¡Es que ya estaba bien de comer tanto libro, hombre!


P.D. Este relato no es mio sino de mi hermano y con él ha ganado el X concurso de microrrelatos del Alcazar de Toledo :)

© Sisterboy - 2008 (Todos los derechos reservados)

miércoles, 15 de octubre de 2008

I am become death

Cuando deseo que alguien muera ese alguien muere. ¿Por qué sucede esto?, no lo sé. ¿De dónde me ha venido este poder?, tampoco lo sé. Pero ocurre, no existe la menor duda.

Todo empezó repentinamente sin ningún señal previa. Yo hacía algunos meses que estaba trabajando en una nueva empresa y tenía una compañera que por alguna razón y casi desde el principio empezó a molestarme de una manera implacable. Traté de no hacerle caso pero eso no es fácil en una oficina pequeña que compartes con alguien ocho horas al día. Un día la cosa llegó a un punto que le desee sincera y profundamente la muerte, no dije una palabra, simplemente lo pensé. Dos días más tarde el resto de compañeros me recibió al llegar al trabajo con la noticia de que esa mujer había muerto en un accidente de tráfico.

Naturalmente no relacioné ambos hechos, ni siquiera pensé en ello hasta algún tiempo más tarde y sólo me dije a mí mismo que había sido una curiosa casualidad. Aunque también pensé que había sido una casualidad afortunada. No sentía ningún pesar por la muerte de esa mujer a la que consideraba una mala persona. No se trataba de alguien que me hubiera hecho daño accidentalmente o que hubiera tenido un problema puntual conmigo. No, había sido una larga y prolongada sesión de acoso moral y en lo que a mí respecta se merecía con creces lo que había pasado.

Algún tiempo más tarde volví a tener problemas pero esta vez no con un compañero sino con el mismo jefe. Era un individuo que nunca me había caído bien, era agresivo, violento, propenso a estallidos de cólera, la mayor parte de las veces sin motivo. Daba la impresión de que era la clase de personas que descargaba sus frustraciones con aquellos que no podían replicarle. A pesar de eso no había tenido ningún enfrentamiento con él hasta aquel día en que por un motivo nimio empezó a chillarme de una manera atroz. Me quede callado frente a él aguantando como podía el chaparrón y de repente, en medio de aquel griterío ensordecedor recordé lo que había pasado algunos meses atrás. Recuerdo que pensaba como me gustaría que se repitiera aquella casualidad, no creía que tal cosa fuera posible desde luego, pero usé aquel pensamiento como una forma de concentrarme en otra cosa y apartar mi mente de aquel momento tan desagradable. Y volví a expresar aquel deseo en silencio. La tarde siguiente me llamaron a casa para decirme que al jefe le había dado un ataque cardiaco con resultados fatales.

Tras recibir la noticia me quedé sentado durante horas incapaz de moverme y en un estado de gran confusión. Una casualidad era posible, quiero decir que era posible desear la muerte de alguien y que este muriera por puro azar. Pero ¿Qué sucediera dos veces? Eso escapaba a las reglas de la casualidad. Al día siguiente, por supuesto, la oficina cerraba debido al sepelio del cual me excusé alegando una enfermedad. Me pasé todo el día pensando, tratando –en vano- de encontrar alguna explicación racional a todo aquello. Al igual que la otra vez ,no lamentaba aquella muerte, sólo me conmovía el misterio inexplicable que la había producido. Tras mucho cavilar llegué a la conclusión de que la única forma de cerciorarme de que todo aquello estaba pasando de verdad era hacer una prueba. Esta vez sería diferente, en las dos primeras ocasiones había expresado aquellos deseos de muerte sin ninguna esperanza real de que se cumplieran. Ahora sería distinto, sería un asesinato en toda regla.

No se trataba de intentarlo con la primera persona que pasara por la calle desde luego. Tenía que encontrar a alguien que verdaderamente se lo mereciera. Y no me faltaban candidatos. Para no ir demasiado lejos pensé en hacer la prueba con la vecina del ático de mi edificio. Era una mujer de unos cincuenta años, divorciada que vivía con una hija pequeña. Aquella mujer era una autentica bruja, todos en el edificio la detestaban, solía poner la radio a todo volumen a cualquier hora del día y de la noche, y cuando no era la radio eran sus penetrantes gritos cuando discutía con su hija o peor aún con su ex mirado ya fuera en persona o por teléfono. Y cuando alguien trataba de quejarse (yo nunca lo hice por que ya me suponía cual iba ser el resultado) era mucho peor: además de despedir una vez más a gritos a quien quiera que se hubiese atrevido a reprocharle su comportamiento, a continuación ponía la radio aún más alta. Aquella mujer no tenía otro objetivo en la vida que hacerle la de los demás lo más molesta posible. En definitiva la consideré ideal para llevar a cabo mi experimento.

De este modo a la tarde siguiente me aposté en la escalera y esperé a que llegara aquella señora. Cuando lo hizo pasó a mi lado, como de costumbre sin mirarme si quiera, pero yo sí que la mire a ella a los ojos y luego volví a formular mentalmente mi deseo.

Pasaron algunos día sin que ocurriera nada y llegue a creer –no sin cierto alivio- que todo había sido una ilusión mía hasta que al llegar a casa me encontré a los vecinos agrupados en el portal de entrada. Antes de que me lo dijeran ya lo sabía, sólo tuvieron que contarme los detalles. La bruja se había caído por las escaleras y se había roto el cuello. Me marché a casa ignorando el resto de aquella tertulia improvisada con sus hipócritas expresiones del tipo “pobre mujer” y cosas por el estilo. Sabía que ellos lo sentían tanto como yo. Lo importante es que ahora ya no cabía la menor duda. Cuando deseaba que muriera alguien ese alguien simplemente se moría.

Yo jamás he creído en Dios ni en la otra vida ni en ninguna clase de suceso paranormal. Todo eso me parecían monsergas. Pero ahora de repente me encontraba enfrentado a lo increíble. Pensé que quizás sí era posible que al final existiera algún tipo de justicia celestial, algún poder supremo que otorgaba premios y castigos y que por alguna razón me había elegido a mí para ser el portador de su furia castigadora. Aquel día volví a quedarme en casa pero ya no hubo inactividad ni confusión, ya sabía lo que tenía que hacer. Cogí un bolígrafo y empecé ha hacer una lista, una lista que llevaba mucho tiempo dentro de mi cabeza pero que ahora necesitaba materializar. Era una lista de personas con las que había tenido relación en el pasado, algunas de ellas en un pasado muy remoto aunque el recuerdo de las cosas que me habían hecho estaba aún muy vivo en mí.

Cuando terminé la lista llamé al trabajo para decir que no volvería más, cualquiera de los asuntos mundanos como el hecho de tener que trabajar, ya carecía por completo de sentido. Luego salí a la calle para iniciar la búsqueda de aquellas personas. El primer nombre que había apuntado era el de aquel profesor que me había golpeado sin motivo en séptimo curso, le encontré y le miré a los ojos. Luego estaba el chico que me había hecho la vida imposible durante aquel mismo año, le encontré y le miré a los ojos. También figuraba aquel antiguo amigo al que había prestado dinero y se había reído de mí cuando le pedí que me lo devolviera cuando tenía mucha necesidad de él, le encontré y le miré a los ojos. Era una lista larga y tardé un tiempo en terminarla pero cuando lo hice todos los que estaban en ella habían muerto. Algunos unos pocos segundos después de nuestro encuentro. Otros algunos días más tarde. Murieron por accidentes, infartos, suicidios e incluso homicidios (no por mis manos desde luego). Otros simplemente cayeron fulminados sin que nadie supiera el motivo.

Cuando acabe con aquella lista decidí que no tenía por qué detenerme. Había mucha gente que merecía el mismo trato aunque no hubiera sido yo la victima de sus maldades. Me enteré de que había una mujer en el barrio que había quemado con agua caliente a unos niños que la molestaban con sus juegos y fui a verla. Y luego fui a ver a aquel otro hombre del que me habían contado que había atropellado a un perro sólo por diversión algunos meses antes.

Más tarde pasé de las ofensas grandes a las pequeñas. Siempre he pensado que la perversidad no es cosa de grados, una vez que se ha cruzado la línea entre el bien y el mal la diferencia entre el homicidio y la simple falta es irrelevante. Así fue como acabé con otro de mis vecinos que hacía años que no pagaba la comunidad, también con la dueña de la tienda del barrio que siempre tiraba el agua de fregar a la acera. Luego pasé a ocuparme de los desconocidos, los que se saltaban los semáforos, los que iban por la calle con la radio a todo volumen, los que ponían los pies encima del asiento contiguo en el tranvía, los que molestaban en el cine….

Ahora me paso el día en la calle buscando nuevos candidatos al infierno. No hago otra cosa y ya apenas como o duermo porque cada ves es más difícil encontrar a alguien en esta ciudad casi vacía de la que soy prácticamente el único habitante.

© Sisterboy - 2008 (Todos los derechos reservados)

sábado, 11 de octubre de 2008

La cinta de Moebius

Un buen día todos los enfermos del mundo se despertaron completamente sanos para descubrir, sin salir de su asombro, que aquellos que habían estado sanos se encontraban, en contra, completamente enfermos.


© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

lunes, 6 de octubre de 2008

¿Fué un sueño, o soy una flor?.....

Anoche lo hice como si fuera una flor, blanquita, pequeña, sencilla, feliz de estar rodeada de tanta belleza... Sabía que mi existencia sería breve, pero que merecería la pena, y así lo pude comprobar.
Un día ese hombre que con tanto cariño me cuidaba, sin motivo aparente, me alejó de mi jardin para darme a un desconocido...!!!Qué espanto¡¡¡ pensé, pero mi destino era mejor de lo que imaginaba y del que me sentí recompensada, al recibir a cambio de mi presencia, la gran sonrisa que me regaló generosamente su mujer en el hospital...


© Nadie - 2008 (Todos los derechos reservados)




martes, 30 de septiembre de 2008

En el otro lado de la cama....


....empezó a sentir el terror de la soledad, al darse cuenta que en esa cama tan grande, sólo habitó ella...


© Nadie - 2008 (Todos los derechos reservados)


viernes, 26 de septiembre de 2008

En la riqueza y en la pobreza...

-¿Por qué mató a su mujer? - le preguntó el comisario. El asesino, que permanecía sentado sobre la silla, aun con la camisa aun manchada de sangre, alzó lentamente su rostro. Su boca no dejaba de esbozar una extraña y maliciosa sonrisa.
- Porque se estaba comiendo mis monedas de chocolate - contestó sin titubeos y mirándole fijamente a los ojos.


© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

Inseparables

No podía permitirme más que una pensión barata y aquella era la más barata que había si exceptuábamos los tugurios del puerto en los que sólo se alojaban prostitutas y drogadictos. La pensión justificaba sus bajos precios por varios motivos. En primer lugar estaba situada en un segundo piso sin ascensor y además era un segundo piso de los de antes con enormes escalones y espaciosos rellanos cuadrados. Incluso para un hombre sin demasiados problemas físicos como yo era difícil llegar arriba sin acabar resoplando. En segundo lugar la vivienda estaba en muy mal estado: desconchados en las paredes, manchas de humedad en el techo, muebles viejos y carcomidos. Toda la casa transmitía un aire de abandono y decadencia. No era pues extraño que los únicos habitantes de la pensión fueran estudiantes sin muchos recursos. Pero era Viernes Santo y aquello estaba completamente vacío, yo iba a ser el único inquilino.

Mi guía era un hombrecillo de unos setenta años que tenía ese curioso contraste de los ancianos que habían vivido y trabajado cerca del mar con su pelo totalmente blanco y la cara arrugada y quemada por el sol y la brisa del océano. Me lo había encontrado en el muelle mientras ofrecía los servicios de la pensión a los viajeros que bajamos del barco. Ahora estaba de pie a mi lado sonriendo ante mi reacción ante el lúgubre ambiente en el que nos hallábamos.

-Bueno, ahora sabe por qué cuesta tan poco alojarse aquí.

-Ya veo, dije, desde luego es ideal para un cuento de terror.

-¡Oh! es que esta casa tiene su propio cuento de terror.

-¿En serio?

-Sí, ¿le gustaría oírlo?

Era una pregunta extraña para alguien que en teoría tenia que inducir a la gente a quedarse a dormir allí, pero al fin y al cabo desde que acepté su oferta él ya sabia que yo no tenia muchas opciones. Por un momento dude en acceder a escuchar su historia pero me fastidiaba pasar por un timorato ante aquel granuja que sin duda había repetido aquel truco ante muchos inquilinos con objeto de tomarles el pelo. Además me sentía morbosamente atraído por conocer los misterios de aquel edificio y nunca he podido resistirme ante una buena historia de fantasmas (porque no podía tratarse de otra cosa desde luego) así que sentándome en la cama del que iba a ser mi cuarto le hice un gesto afirmativo adoptando la expresión más desenvuelta e indiferente que pude.

El hombrecillo se sentó a su vez en la única silla que había allí y empezó a hablar.

“Fue hace mucho tiempo, más de cincuenta años, justo al empezar la guerra. Entonces había mucha confusión como se puede imaginar. Por aquella época esto tenía mejor aspecto, entonces era un edificio casi nuevo. Cierta noche una joven con semblante enfermizo solicitó un alojamiento. En realidad no tenía por qué quedarse allí porque (esto se supo después por supuesto) pertenecía a una familia muy distinguida pero en aquellos momentos la mujer tenia autentica necesidad de esconderse en alguna parte.

La joven había quedado embarazada de un oficial del ejercito. Algo impensable en circunstancias normales pero ya le he dicho que eran años de confusión y locura. En tiempo de guerra todo parece efimero, no hay seguridad sobre nada, la gente no sabe si seguirá viva al mes siguiente, cualquier cosa es posible. Y en ese ambiente todos, especialmente los jóvenes, pierden la cabeza y hacen cosas que normalmente ni se les pasaría por la imaginación. La mujer y el oficial se enamoraron y tuvieron relaciones, luego él partió hacia el frente y nunca más se supo, la guerra se lo tragó. Quizás murió o quizás desertó y se marcho del país o simplemente al acabar el conflicto el breve romance con la señorita de buena familia quedó en una anécdota olvidada como muchas otras cosas que pasaron entonces.

Para una mujer soltera quedar embarazada es un problema en cualquier época pero en aquellos años (incluso en tiempos de guerra) era un cataclismo. Tal vez podía haber acudido a alguien que le ayudara a abortar pero la muchacha tenia la esperanza de que su amado volviera en cualquier momento y pudiera solucionar aquello de la única forma posible. Cuando fue evidente que esto no iba a suceder ya era demasiado tarde. La mujer ocultó su estado durante todo el tiempo que pudo pero cuando ya empezaba a notar que se acercaba el momento fatal huyó de su casa y se refugió en un lugar donde no se solían hacer preguntas a nadie. En la soledad de esta habitación (porque fue precisamente aquí donde ocurrió) tuvo a su bebe por sus propios medios. O mejor habría que decir sus bebes porque para mayor desgracia dio a luz a dos niñas gemelas.

Inmediatamente las arrojó por la ventana que daba al patio de luces, esa misma que ve usted ahí. Fue una barbaridad desde luego pero ¿Quién puede reprochar un arrebato de desesperación a una muchacha que no había cumplido ni veinte años y que había pasado por aquel infierno sin poder recurrir a nadie? No sólo fue un acto atroz sino también totalmente inútil. La primera de las niñas en ser arrojada al patio murió en el acto, la segunda tuvo más suerte (es un decir) y encontró en su trayectoria al vació las cuerdas de un tendedero que frenaron un poco la caída que se produjo precisamente contra el cuerpo ya muerto de su hermana lo que también contribuyó a salvarle la vida. Sus lloros despertaron a los habitantes de la casa. No tardo en saberse la identidad de la madre y su familia fue informada finalmente de todo el drama.

No se puede negar que esta clase de gente tiene recursos de sobra para hacerse cargo de cualquier clase de situación que les incomode. Sus influencias impidieron que lo sucedido llegara a manos de la justicia, la mujer fue internada en la casa familiar de donde no volvería a salir hasta su muerte algunos años más tarde, por lo que he oído acabó volviéndose completamente loca. En cambio la niña que sobrevivió al infanticidio jamás pisó la casa de sus abuelos que como era de esperar su renegaron de ella aunque tampoco quisieron que acabara en el hospicio. Como solución intermedia resolvieron que se quedará exactamente en el lugar en el que había nacido, para ello acordaron pagar a la dueña de la casa el importe de su manutención por el tiempo que viviera. A la mujeruca le pareció bien tener un huésped vitalicio que le proporcionara dinero fijo y aceptó el trato.

La niña sobrevivió pero la caída tuvo sus consecuencias. La mitad de su cara quedó deformada y el golpe en la cabeza le produjo además un retraso mental permanente e incurable. Nunca aprendió a leer y escribir, tampoco aprendió a hacer nada que no fuera las tareas más sencillas de la casa y en toda su vida apenas se alejó de la manzana donde estaba ubicada la pensión.

Pero desde el principio la niña empezó a mostrar un comportamiento extraño. Muchas veces cuando no estaba haciendo nada (y esto era la mayor parte del tiempo) se la oía hablar en voz baja, pero no como si estuviera hablando sola, sino como si lo hiciera con alguien. Murmuraba sus incomprensibles frases mirando al vacío como si se estuviera posando sus ojos en los de otra persona y luego callaba como escuchando la respuesta. Siempre que se sentaba en algún sitio dejaba un hueco para su invisible acompañante y en la cama se arrimaba a una esquina como si tuviera que compartir el lecho. En la mesa toda la comida que le era servida era invariablemente dividida por ella en dos mitades una de las cuales por supuesto quedaba siempre intocada. También se la podía ver a menudo asomada a la ventana por donde había sido arrojada la noche de su nacimiento mirando hipnotizada el suelo contra el que se había estrellado.

Podría achacarse este extravagante comportamiento a su retraso mental pero la gente empezó a murmurar. Se corrió la voz de que el espíritu de la hermanita muerta nada más nacer permanecía junto a su hermana al no haberse podido romper el misterioso vinculo que dicen que une a los hermanos gemelos.

Se decía también que en ocasiones la niña parecía llevarse bien con su hermana muerta, se la veía reír y jugar con su espectral acompañante e incluso (y los que lo vieron afirmaron que era un espectáculo especialmente macabro) correr por el pasillo o la azotea con el brazo extendido y la mano contraída como si estuviera agarrando otra mano. En otras ocasiones en cambio sucedía lo contrario, la niña parecía asustarse y entonces no corría feliz sino aterrorizada dando gritos mientras giraba la cabeza mirando hacia atrás como si el espíritu de la muerta le persiguiera.

La niña creció, se hizo adolescente y luego adulta, pero todo siguió igual para ella. Bueno algo sí que cambió: los breves momentos de armonía infantil con su hermana terminaron para siempre y todo acabó por convertirse en horror y desesperación. Ya no hablaba con su hermana, tan sólo se tapaba con fuerza los oídos como si no quisiera escuchar sus palabras. No compartía su comida sino que cubría el plato con su propio cuerpo como si no quisiera que le fuera arrebatado su contenido. No volvió a dejar aquel curioso hueco que siempre procuraba hacer cuando se sentaba y en cuanto a la cama terminó por negarse a dormir en ella acostándose cada noche en el suelo sin que ninguna amenaza ni paliza le hiciera cambiar de actitud. Y en cuanto a aquella ventana a la que tanto se había asomado en su niñez ya no podía tolerar pasar frente a ella y se mantenía siempre lo más alejada posible de aquel lugar de la casa. Las carreras y gritos por el pasillo huyendo de la macabra persecución se hicieron diarias. La gente seguía murmurando, decían que la muerta reclamaba a su hermana como diciéndole ¿Qué haces ahí? ¿por qué no vienes a reunirte de una vez conmigo? ¿qué haces en ese mundo donde nadie te quiere? ¿no ves que tenías que también tenias que haber muerto aquella noche ?.

Un día todo terminó. Se escuchó un grito horroroso, más horroroso aún de los que solían oírse en esa casa a diario y que había motivado el progresivo abandono de los inquilinos de la pensión con su consiguiente decadencia. Tras el grito un fuerte estruendo. Cuando los pocos inquilinos que quedaban se asomaron a la ventana (aquella ventana) vieron a la desgraciada mujer estrellada en el mismo suelo en el que había caído la primera vez hacía exactamente cuarenta años. Algunas malas lenguas dicen que en realidad fue asesinada por la propietaria de la pensión harta de aquella lúgubre leyenda que estaba arruinando su negocio.

Podría suponerse que allí acabó todo pero no fue así. Desde ese día la gente ha seguido murmurando sobre inquilinos que ven y oyen cosas. Algunos de ellos aseguran que en mitad de la noche se oyen risas y juegos infantiles por toda la casa, otros afirman escuchar con claridad carreras en el pasillo y en la azotea, otros que por mucho que cierren la ventana al acostarse esta aparece abierta por la mañana. Incluso alguien juró haber visto, en un relámpago de breves segundos, a las dos hermanas cogidas de la mano avanzando hacia él en mitad de la noche, con los cuerpos ensangrentados y quebrados por la mortal caída y con la hermana muerta en primer lugar con el mismo aspecto que tenia el día que murió su gemela cuarenta años después. Quien sabe. Lo cierto es que desde entonces ya muy poca gente que no tenga autentica necesidad pasa la noche aquí, algunos siguen diciendo que ven y oyen cosas, otros en cambio se ríen de esas historias de miedo.”

El hombrecillo terminó su relato volviendo a sonreír como preguntándome en silencio a qué clase de inquilinos pertenecía yo: a los que veían y oían cosas o a los que se mofaban de aquella leyenda

-Bueno eso es todo, espero haberle entretenido. Ahora he de irme a mi casa.

-¡Cómo! , respondí, ¿Es que usted no duerme en la pensión?

-Yo únicamente trabajo tratando de alquilar habitaciones a los recién llegados y si lo consigo les enseño el lugar. Ni loco pasaría una noche aquí.

Y tras hacerme un guiño sin dejar de sonreír el viejo diablo se marchó dejándome completamente solo.

Confieso que no dormí nada. Por un lado la historia me perturbaba. Aunque seguramente falsa en parte o en su totalidad la verdad es que era bastante buena y decididamente terrorífica, tanto como para estar dándole vueltas hasta el amanecer. Aunque sinceramente tengo que decir que también me pasé toda la noche alterado y nervioso por una serie de incesantes ruidos que sonaban en la oscuridad. No, no eran pasos, ni risas ni gritos ni nada que pudiera identificar con una actividad humana o espectral. Sólo una serie de crujidos y chirridos que no me hubieran incordiado de no mediar la inevitable sugestión provocada por aquella historia.. Pero bueno ¿acaso no están todas las casas viejas y decrépitas llenas de sonidos inexplicables?-

© Sisterboy - 2008 (Todos los derechos reservados)

lunes, 22 de septiembre de 2008

Una noche inmensa....

Nos vestimos como pudimos en la incomodidad de las estrechuras del coche, volví al volante, y continué hasta tu casa....allí te dejé y seguí mi camino hasta el hotel, no estaba demasiado lejos....ya, dentro de mi habitación, encima de la cama medio vestida aún, pensaba si habría sido un sueño....poco tardé en convencerme que fué real, mis pezones seguian duros, mi humedad no me abandonaba, mis manos acariciando mi cuerpo buscaban las tuyas....estaba totalmente ardiendo, me acerqué al minibar y abrí un benjamín de cava, con la esperanza de que bajara la fiebre....pero la mitad se me derramó por encima.....en ese momento, sonó la puerta de mi habitación, mi cuerpo se estremeció, porque sabía que solo podias ser tú....abrí, nos dirijimos a la cama, mientras te quitaba la ropa, nos tumbamos entre besos y caricias.....tus manos cedian paso a tu boca ansiosa, esa con la que no puedo dejar de pensar, empezaste a comerme, aunque lo más correcto sería decir a beberme, ahora era tu copa, tu recipiente, ese cuerpo dispuesto a dartelo todo....gemia de placer al sentir mis pezones dentro de tu boca.....aaaaaaaahhhhhh contemplaba excitada, como tu fuerza se empezaba nuevamente a dilatar, como, necesitada de refugio, buscaba mi centro que palpitaba esperando su llegada.....señorrrrrr, entra......asiiiiii, síííííííí......moviéndonos en total armonia, entrabas y salias de mí....profundizando a una velocidad.....que no podía más, pensaba que explotaria cuando te derramaste dentro......gemias......y me excitabas más aún, nunca pensé gozar tanto, cariñooooo.....te pedí que te quedaras encima de mí, para no dejar de sentirte....tu piel, ese olor de tu piel, sudada de pasión me enloquece.....besandonos, nos tumbamos uno junto al otro, mirándonos a los ojos, desprendiendo el fuego que aún nos invadia....ohhhhh, no puedo dejar de besarte, tocarte y mirarte....porque eres como una obra de arte....tu cuerpo rodea el mío en un abrazo.....que delicia....ahora descansa mi vida....nos espera una larga noche.....

viernes, 19 de septiembre de 2008

El Deber de un Buen Peón

Subió por las barricadas portando con orgullo la bandera. Sus diminutos pies tropezaban y resbalaban con los cientos de cadáveres que se encontraban apelotonados. Todo ellos formaban una especie de aberrante montaña de ríos rojos de muerte, dolor y destrucción. El joven soldado ascendía con orgullo, sin sentir miedo ni siquiera repugnancia. A él le habían pedido que plantase la bandera en la cima y él, como fiel soldado, obedecía órdenes porque sentía que lo hacía por lo que más amaba en su vida que era su patria. No le importaba que ésta representase en esos momentos una simple bandera en un simple pedazo de tela roída, quemada, manchada de inmundicia y de sangre humana. Cuando alcanzó la cúspide miró hacia adelante tal como su Rey y a su vez Capitán General le había ordenado. Luego le miró a él y anunció:

- No hay nadie vivo al otro lado su Majestad. - Comentó con su párvula voz.
- ¿Estás seguro soldado? - Le preguntó el Rey vestido con todas su galas.
- Segurísimo su Majestad. Aquí hay tantos muertos o más que en nuestro bando. Esto es una carnicería pero dé usted por seguro que hemos ganado la guerra. Hemos reconquistado nuestra querida Patria. – Añadió el joven con mucho orgullo y con los ojos abiertos como platos.
- Perfecto - Contestó el Rey. Los altos mandos que le acompañaban aplaudieron al unísono.
-Si me lo permite Señor es para mí un gran honor plantar esta bandera por… - Comenzó a decir el joven cadete. Sin decir nada el Rey alzó su pistola y disparó un tiro que perforó el cráneo del joven que cayó inerte y rodando al otro lado de la sangrienta barricada humana.

Al día siguiente en todos los periódicos del mundo apareció la foto del Rey, orgulloso, con su uniforme todo impregnado de sangre. Su mano sostenía el mástil con la bandera. Lo sujetaba con sola una mano y lo había plantado sobre la masa de carne humana que en algunos casos parecía putrefacta. A su lado vitoreándole con júbilo se encontraba el resto de su séquito.


© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

lunes, 15 de septiembre de 2008

El hombre que perdió su cabeza

Era un día como cualquier otro, laborable y gris en los albores de la primavera, en ese día a ratos llovía, se nublaba, salía el sol tímidamente para después sucumbir en el vapor de la nubes, podría ser un martes o un miércoles, la hora, matinal, ni muy temprano, ni muy tarde, imprecisa. El lugar, una mutua. Una mutua gris, decorada en un concepto más gris todavía, casi deprimente. En la recepción una señorita pálida y pequeña (a punto de jubilarse) con las cejas pintadas, muy maquillada y con gafas pasadísimas de moda afinaba sus uñas con una lija de palo. Lo único que se oía era el ruidito de la ventilación. Al fondo del pasillo había una sala supestamente de espera. La iluminaban una lámpara que parpadeaba y los fluorescentes del techo, en el suelo había una moqueta de color verde oscuro y las butacas eran de plástico pretencioso porque trataban de simular cuero.

En la sala había un señor sentado esperando pacientemente. Éste señor llevaba su cabeza en el brazo como si se tratara de un casco de moto. Sí, por culpa de un accidente laboral su cabeza había sido extirpada de su cuerpo, pero lo llevaba bien, ya que ese caballero tenía un gran dominio de sí mismo.

La puerta de la consulta estaba entreabierta y por esa razón (sin él pretenderlo) Asomó su cabeza suelta para oír la conversación entre el médico y la enfermera.

-¿Estabas segura de qué llevaba una corona de espinas?

-Sí lo vi con claridad diáfana.

-He llegado a la conclusión de que el universo se expande.

El paciente no se encontraba muy bien, esperaba el momento en que le invitaran a entrar.

-¿Habrá alguien?

-¿En el universo?

-No, fuera en la sala.

La enfermera asomó la cabeza y le preguntó.

-¿Usted es el último?

Al señor le costaba girarse porque aún no tenía práctica para esa nueva situación.

-Creo que sí.

-Pase, pase.

Al ponerse de pie se le fue la cabeza de sus manos y como si se tratara de un balón le dio golpecitos hasta controlarla y llevarla a su lugar provisional. Enfiló con paso decidido hacia la entrada y una vez en el interior logró sentarse con movimientos algo ortopédicos.

La enfermera cerró la puerta y el médico sin aún haberle mirado (pues queda algo en el ordenador) le preguntó.

-¿Qué le ocurre?

-Bueno, creo que se me ha salido la cabeza del cuerpo o dicho de otra manera más amena... creo qué... he perdido la cabeza.

El médico esta vez dejó de mirar al ordenador y le observó con cara de médico profesional (pragmático casi borde).

-A todos nos pasa.

El médico le miro a los ojos de manera penetrante y luego le taladró de arriba a abajo y sin variar la expresión le continuó preguntado.

-¿Cómo le ha ocurrido eso?

El paciente (ya algo bajo de presión) trató de poner en orden el mini cuento que le tenía que explicar al doctor.

-Pues, en fin, es un poco estúpido, pero... me lo he hecho en el comedor de la empresa.

-¿Qué empresa es?

-Bueno, es una empresa de cartera privada.

El doctor dio un vistazo rápido al ordenador para ver el nombre de la empresa.

-Sí, sí... ya veo. Bien ¿cómo fue?

-Saliendo de merendar, al pasar por la puerta automática, se ve qué olvidé algo y bueno... traté de volver y al dar la vuelta... la puerta se cerró, me atrapé el cuello y, ya ve.

-¿Qué hace en la empresa?

-Llevo una máquina que clasifica unas veinte mil cartas por minuto.

-¿Cómo lo hace?

-Exactamente no lo sé, yo solo aprieto botones.

-Y llevando usted la máquina ¿Ocurrió algo?

-¿Eh? no.

El médico empezó a poner cara de circunstancia y se quedó un ratito pensativo.

-¿Qué ocurre?

-Verá, es qué... como no ha tenido el accidente en el momento operativo, o dicho de otra manera más simple, como usted no se lo ha hecho trabajando, la mutua no le puede cubrir la baja ¿sabe?

-¿Ah, no?

-No.

-Pero, si es evidente que no puedo seguir trabajando.

-Sí, de eso ya soy consciente, pero como le he dicho... la mutua no puede absorber los costes de su operación, en fin qué no.

-Ya pero el comedor se encuentra en el interior de la empresa.

-Es un anexo.

-Un anexo.

-Es un anexo.

-¿Qué quiere usted decir exactamente?

-Que el comedor no se considera como recinto industrial de la empresa. A usted le podría haber ocurrido lo mismo en su casa por ejemplo.

-Vaya.

-La mutua solo se encarga de accidentes que ocurren dentro del taller por decirlo de alguna forma, todo lo demás no.

-Y si me hubiera ocurrido en el ascensor bajando hacia el taller.

-Tiene que ser al lado de la máquina y que lo graben las cámaras, si no tampoco.

El señor comenzaba a temblar y a tener problemas de concentración.

-Me encuentro mal.

-Vaya a la seguridad social.

El señor (que ya tenía las manos en su cabeza porque la aguantaban) se secó el sudor de la frente.

-¿Qué hago?

-Bueno, lo único que tenemos aquí son aspirinas.

-Estoy un poco mareado.

-Tranquilo eso no es nada.

-¿Qué voy hacer?

El médico en un leve signo (accidental) de compasión le dijo.

-Si quiere podemos darle el día de baja.

-Bien, sí deme el día de baja.

El médico telefoneó a la recepcionista.

-Marián tramita a este buen hombre el papel conforme nos ha venido a visitar.

-¿Y esa es la baja?

-Con ese papel tendrá suficiente.

El médico se le quedó mirando y le preguntó.

-¿Alguna cosa más?

-No.

-Bien, pues... buenos días.

-Buenos días.

El paciente se levantó como pudo y logró llegar a la recepción, una vez ahí la mujer diminuta le dio el papelito conforme justificaba sus horas de no producción y se despidió de él.

-Buenos días tenga usted.

-Trataré de tenerlos.

El señor abrió la puerta de cristal traslúcido y ésta al ser automática le dio un empujón en su hombro y éste a su vez lanzó su cabeza por la calle que comenzó a rodar como si se tratara de un balón de fútbol, la puerta se cerró y sus silueta traslúcida se marchó sin cabeza.

En la mutua no supieron nada más de él.



© Juanjo Díaz Tubert - 2008 (Todos los derechos reservados)


miércoles, 10 de septiembre de 2008

Filosofía pura

Estaba un buen día Confucio comiendo con sus discípulos cuando alzó la mirada de su plato y mirando fijamente al frente soltó un sonoro eructo.
Uno de sus discípulos invadido por la duda levantó la mano y preguntó a su mentor:
-¿Maestro qué nos ha querido decir con ese extraño mensaje?
Confucio se inclinó hacia un lado y sin decir nada soltó un tremendo pedo. Segundos más tarde comentó:
-¿Me hacéis el favor de pasarme el Sake?


© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)