Cinco minutos más tarde llegó la policía. No les costó mucho quitarle el cuchillo ensangrentado de la mano. En realidad fue todo muy sencillo. La chica estaba tan feliz, tan pletórica que incluso abrazó y besó a un par de agentes manchándoles el uniforme con la sangre de Aloisa T. Witkin, presuntamente su mejor amiga y rival, que yacía ya sin vida, en el suelo, boca abajo y empapada en un inmenso charco de color escarlata.
© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)
1 comentario:
Y que me parece metira que haya gente que todavía acuñe la idea de que mejor que hablen de uno, por mal que sea...
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