© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)
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© Laura Moya Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)
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Las premoniciones empezaron un día cualquiera, un día sin nada especial que pudiera presagiar lo que se me venía encima; a partir de aquel día mi vida cambió de una forma brutal.
Lo primero fue tener la certeza de que el teléfono iba a sonar y saber también para quien sería la llamada, a pesar de encontrarnos en aquel momento seis u ocho personas en la habitación, no dude en comentarle a mi amiga que lo cogiese ella porque era su marido. Por aquel entonces no había identificador de llamadas, y todos se quedaron sorprendidos con mi acierto.
Pero aquello no era nada más que la punta de un iceberg, al principio me divertía saber cuando iban a llamar a la puerta, o cuando tal o cual cosa iba a suceder, luego se volvió algo fastidioso, en mi vida ya no había sorpresas.
No sé explicar cómo” veo” las cosas de antemano, no es una imagen que se me aparezca ni nada parecido, simplemente sé lo que va a pasar unos segundos o minutos antes de que ocurra.
Lo peor es que con tan poca antelación no puedo evitar que pasen ciertas cosas, como saber que una señora se va a caer en la calle y no llegar a tiempo para evitarlo. Últimamente siempre “veo” cosas desagradables que le va a pasar a cualquiera que esté a mi alrededor y me siento terriblemente impotente, sobre todo cuando es alguien de mi familia.
Ayer intuí que la madre de mi mejor amiga iba a fallecer, os podéis imaginar mi situación, cómo la llamo y le digo que su madre está a punto de morir, si no lo ha hecho ya? Me arme de valor y marqué el teléfono de mi amiga, como quien no quiere la cosa empecé por preguntarle que hacía y donde se encontraba, me contó que se encontraba en un centro comercial, de compras con su madre, que pensaban comer algo allí mismo y que luego darían un paseo. Seguí interrogándola, le pregunté si su madre se encontraba bien, si se sentía cansada o enferma. Mi amiga sabía de mis premoniciones, se alarmó con mi curiosidad y empezó a bombardearme con preguntas, que había visto y cosas por el estilo, no tuve valor para decírselo y mentí.
La señora se encontraba perfectamente, y desde que tuve la visón hasta aquel instante ya había pasado tiempo más que suficiente para que se hubiera producido, respiré aliviada y di gracias por haberme equivocado, con mejor ánimo me despedí de mi amiga, quedamos en vernos al día siguiente.
Pensé que aquel error bien podía significar que ya no tenía visiones, o que iban en camino de desaparecer. Continúe con mi trabajo, pero no conseguía quitarme de la cabeza la imagen de mi amiga llorando delante de un cuerpo inerte, tumbado en el suelo y tapado con una sábana blanca.
Llegué a casa después del trabajo cansada y nerviosa, me encontraba tensa y decidí darme un baño, justo cuando empecé a llenar la bañera llegó “el flash”, lo vi claramente, la madre de mi amiga cruzando la calle y aquel coche rojo deportivo a toda velocidad…, sentí el impacto como si hubiese sido en mi propio cuerpo. Me quede arrodillada delante de la bañera, sabía que había ocurrido de verdad, no necesitaba que nadie me lo confirmara, y también sabía que poco tiempo después el teléfono sonaría y sería mi amiga llena de dolor.
No respondí a la llamada, ni a esa ni a todas las demás, para que si ya sabía quiénes eran y que querían.
Me pasé la noche en blanco sentada a oscuras en el sofá, y casi al venir el día he tomado la decisión de escribir esto y de lo que haré después.
Si cuento todo esto es porque no quiero que nadie mal interprete lo que voy a hacer, no es por un arrebato de locura, como se podría pensar, ni tampoco es un acto totalmente voluntario. Es simplemente lo que de todas formas va a suceder, lo he visto claramente la noche pasada. Vi la bañera llena de agua caliente, me vi a mi misma con un cuchillo de la cocina y después vi como el agua se teñía de rojo.
Lo que cambia esta premonición con respecto a las otras es que por fin he tenido tiempo para remediarla, he tirado por el balcón todos los cuchillos y objetos cortantes que tenía en casa, he preparado el equipaje y me marcho no se a donde, pero lo más lejos posible… llaman insistentemente al timbre de la puerta, no quiero abrir pero tendré que hacerlo, es la pesada de mi vecina del al lado, si no abro no se marchará……… ha encontrado en la calle los cuchillos y todo lo demás y ha reconocido un abrecartas horrendo que me trajo de unas vacaciones, me lo ha devuelto todo y de camino me ha echado la bronca por el despiste que tengo, esta señora nunca se entera de nada.
Ahora ya no puedo marcharme, pondré a llenar la bañera….
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Una historia real. Una comisaría de policía en medio de los territorios ocupados. Hay una revuelta, el edificio es asaltado y sus ocupantes linchados por la multitud. En medio de la masacre suena un teléfono móvil tirado en el suelo. Uno de los rebeldes lo recoge y contesta la llamada. Es la mujer de uno de los policías que ha oído la noticia de los disturbios y trata de localizar al hombre. El linchador contesta: “Señora, estamos descuartizando a su marido”.
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....empezó a sentir el terror de la soledad, al darse cuenta que en esa cama tan grande, sólo habitó ella...
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En la sala había un señor sentado esperando pacientemente. Éste señor llevaba su cabeza en el brazo como si se tratara de un casco de moto. Sí, por culpa de un accidente laboral su cabeza había sido extirpada de su cuerpo, pero lo llevaba bien, ya que ese caballero tenía un gran dominio de sí mismo.
La puerta de la consulta estaba entreabierta y por esa razón (sin él pretenderlo) Asomó su cabeza suelta para oír la conversación entre el médico y la enfermera.
-¿Estabas segura de qué llevaba una corona de espinas?
-Sí lo vi con claridad diáfana.
-He llegado a la conclusión de que el universo se expande.
El paciente no se encontraba muy bien, esperaba el momento en que le invitaran a entrar.
-¿Habrá alguien?
-¿En el universo?
-No, fuera en la sala.
La enfermera asomó la cabeza y le preguntó.
-¿Usted es el último?
Al señor le costaba girarse porque aún no tenía práctica para esa nueva situación.
-Creo que sí.
-Pase, pase.
Al ponerse de pie se le fue la cabeza de sus manos y como si se tratara de un balón le dio golpecitos hasta controlarla y llevarla a su lugar provisional. Enfiló con paso decidido hacia la entrada y una vez en el interior logró sentarse con movimientos algo ortopédicos.
La enfermera cerró la puerta y el médico sin aún haberle mirado (pues queda algo en el ordenador) le preguntó.
-¿Qué le ocurre?
-Bueno, creo que se me ha salido la cabeza del cuerpo o dicho de otra manera más amena... creo qué... he perdido la cabeza.
El médico esta vez dejó de mirar al ordenador y le observó con cara de médico profesional (pragmático casi borde).
-A todos nos pasa.
El médico le miro a los ojos de manera penetrante y luego le taladró de arriba a abajo y sin variar la expresión le continuó preguntado.
-¿Cómo le ha ocurrido eso?
El paciente (ya algo bajo de presión) trató de poner en orden el mini cuento que le tenía que explicar al doctor.
-Pues, en fin, es un poco estúpido, pero... me lo he hecho en el comedor de la empresa.
-¿Qué empresa es?
-Bueno, es una empresa de cartera privada.
El doctor dio un vistazo rápido al ordenador para ver el nombre de la empresa.
-Sí, sí... ya veo. Bien ¿cómo fue?
-Saliendo de merendar, al pasar por la puerta automática, se ve qué olvidé algo y bueno... traté de volver y al dar la vuelta... la puerta se cerró, me atrapé el cuello y, ya ve.
-¿Qué hace en la empresa?
-Llevo una máquina que clasifica unas veinte mil cartas por minuto.
-¿Cómo lo hace?
-Exactamente no lo sé, yo solo aprieto botones.
-Y llevando usted la máquina ¿Ocurrió algo?
-¿Eh? no.
El médico empezó a poner cara de circunstancia y se quedó un ratito pensativo.
-¿Qué ocurre?
-Verá, es qué... como no ha tenido el accidente en el momento operativo, o dicho de otra manera más simple, como usted no se lo ha hecho trabajando, la mutua no le puede cubrir la baja ¿sabe?
-¿Ah, no?
-No.
-Pero, si es evidente que no puedo seguir trabajando.
-Sí, de eso ya soy consciente, pero como le he dicho... la mutua no puede absorber los costes de su operación, en fin qué no.
-Ya pero el comedor se encuentra en el interior de la empresa.
-Es un anexo.
-Un anexo.
-Es un anexo.
-¿Qué quiere usted decir exactamente?
-Que el comedor no se considera como recinto industrial de la empresa. A usted le podría haber ocurrido lo mismo en su casa por ejemplo.
-Vaya.
-La mutua solo se encarga de accidentes que ocurren dentro del taller por decirlo de alguna forma, todo lo demás no.
-Y si me hubiera ocurrido en el ascensor bajando hacia el taller.
-Tiene que ser al lado de la máquina y que lo graben las cámaras, si no tampoco.
El señor comenzaba a temblar y a tener problemas de concentración.
-Me encuentro mal.
-Vaya a la seguridad social.
El señor (que ya tenía las manos en su cabeza porque la aguantaban) se secó el sudor de la frente.
-¿Qué hago?
-Bueno, lo único que tenemos aquí son aspirinas.
-Estoy un poco mareado.
-Tranquilo eso no es nada.
-¿Qué voy hacer?
El médico en un leve signo (accidental) de compasión le dijo.
-Si quiere podemos darle el día de baja.
-Bien, sí deme el día de baja.
El médico telefoneó a la recepcionista.
-Marián tramita a este buen hombre el papel conforme nos ha venido a visitar.
-¿Y esa es la baja?
-Con ese papel tendrá suficiente.
El médico se le quedó mirando y le preguntó.
-¿Alguna cosa más?
-No.
-Bien, pues... buenos días.
-Buenos días.
El paciente se levantó como pudo y logró llegar a la recepción, una vez ahí la mujer diminuta le dio el papelito conforme justificaba sus horas de no producción y se despidió de él.
-Buenos días tenga usted.
-Trataré de tenerlos.
El señor abrió la puerta de cristal traslúcido y ésta al ser automática le dio un empujón en su hombro y éste a su vez lanzó su cabeza por la calle que comenzó a rodar como si se tratara de un balón de fútbol, la puerta se cerró y sus silueta traslúcida se marchó sin cabeza.
En la mutua no supieron nada más de él.
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