Tenía tanta hambre... pero su amor por Hanna era tan grande que sobresalía por encima de todas las cosas. Se acercó a ella y le entregó su ración diaria. Ella ni le dio las gracias. Él no se lo tuvo en cuenta. Se sentó frente a ella. Verle comer el mendrugo de pan le hizo el hombre más feliz del mundo.
© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)
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