jueves, 10 de julio de 2008

La Maniobra de Valsalva

Trabajaba día y noche, sin parar, sin descansar. Tenía mucha ambición. Quería ser la mejor. Su objetivo en la vida era llegar a lo más alto pero sobretodo ganar mucha pasta y tener una casita en una playa de Hawaii donde poder descansar sobre un mullido Tatami en un suelo de bambú. La competencia era dura. Había demasiados perros detrás del hueso y eso la obligaba a olvidarse de su vida privada. A duras penas podía atender su casa y menos a su marido. Pero sobre todo y pese a las insistencias había decido cerrar sus ovarios a cal y canto ante la sugerencia de la llegada de un hijo al matrimonio. Ni hablar. Antes abortaba. Había otras preferencias en su vida, en sus planes de futuro.

Sus otros compañeros de trabajo a veces veían como sufría cuando tenía que ser amable con el resto del mundo; utilizar un tono alegre y vivaz de voz mientras hacía esfuerzos sobrehumanos por mantener la expresión de asco sobre la persona que tenía al otro lado del teléfono. Cuando la relación era cara a cara al principio lo pasaba muy mal. Luego se acostumbró. A veces pensaba que si no hubiera sido ejecutiva habría sido una buena actriz. Además supo sacar partido de los contactos, sentía predilección cuando estos eran más importantes y podían servirle para promocionarla. Primero relacionarse luego ya habría tiempo de lavarse las manos con agua y mucho jabón. Aquello era desagradable pero al fin y al cabo bueno para sus planes de futuro.

Sabía que la llamaban “La Machine” Lo odiaba a horrores. Le corroía las entrañas oír como cuchicheaban a sus espaldas al respecto. Aquello le hervía la sangre. Le costaba comprenderlo. Ella se consideraba ante todo una buena trabajadora, fiel y servicial a su empresa. Trabajaba para ver tu sueño hecho realidad. Si, era cierto que a lo largo de su particular carrera había tenido que sacrificar muchas cosas, amistades, relaciones familiares. También había aprendido a pisotear cabezas. Algunas como las de ellas, ambiciosas y molestas; otras de personas que ni siquiera le aportaban nada. Pero no tenía remordimientos. Tenía un sueño y su objetivo era cumplirlo. Aun le quedaba mucho para eso. Su dinero amasado con tesón, su casita en la playa...


Durante los últimos meses se quedaba hasta muy tarde en el despacho. No iba ni casa a dormir. Su dieta era pobre (vivía de la máquina de tentempiés). Había notado serios problemas intestinales. Tomaba varias cosas para solventarlo. Algunas le producían largas carreras hacia el baño. Se enfadaba porque le quitaba productividad por lo que solía realizar grandes esfuerzos.


La encontraron una mañana. Sentada en el wáter con las bragas en los tobillos. Muerta. Sobre la mesa de su despacho un libro ilustrado sobre Hawaii.



© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)


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