lunes, 28 de julio de 2008

El advenimiento

Llegaron de todas partes. Millones de ellos. No faltaba nadie, allí estaban todos los que eran. Fue un peregrinaje silencioso, en el sentido que nadie del resto del mundo sabía que se iba a producir tal acontecimiento. Sólo ellos, los elegidos, los que habían sido testigos, los que sabían más de la cuenta estaban allí reunidos. Así se lo habían comunicado y solicitado los "Hermanos del Espacio". Cada continente tenía su punto de encuentro. En America eligieron las llanuras de Wyoming; en Europa era cerca de Gorlicki, Polonia; en Asia a quinientos kilómetros de Ulaambataar, Mongolia; en África en una llanura alejada de la civilización cercana a Niamey, Níger y en Oceanía a trescientos kilómetros al norte de Alice Springs.

Aparecieron cuando acabó de llegar el último de los contactados. Una por cada lugar de encuentro. Lo hicieron en silencio, algunos esperaban un juego de luces que tiñese de un brillo inusual el amplio marco del cielo ya fuese de día o fuese de noche. Pero no fue así.

Los contactados contemplaron el descenso de las naves sin musitar palabra. Así eran las reglas y así deberían de cumplirse para que todo fuese bien. Algunos hacían fotos, otros filmaban video, otros se abrazaban y lloraban emocionados. Para ellos era el día más feliz de su vida, en algunos casos era un día en el que la verdad, tanto tiempo oculta por oscuros intereses lograba salir a la luz.

Las grandes naves circulares permanecieron unos minutos sobre todos ellos, sin hacer absolutamente nada espectacular. Solo girar lentamente sobre sí mismas y soltar algún que otro centelleante destello, tan leve como el de un flash de una cámara. Todo el mundo esperaba. Muchos de ellos pensaban que "Los Hermanos de Espacio" habían venido a recogerlos y portaban en sus espaldas y manos todo tipo de equipaje.

De repente las naves comenzaron a girar muy rápidamente, sobre sí mismas. A unos escasos cien metros del suelo, sincronizadas unas con las otras. Emitían un sonido parecido a un zumbido intenso y grave pero nada molesto. Los congregados no se apartaron de ellas en ningún momento. No había que tener miedo. Habían venido en son de paz...

Nadie en toda el planeta se dio cuenta de las implosiones. Ni los contactados ni los foráneos. Fueron tan silenciosas como eficaces. Las naves cumplieron su cometido y limpiaron la faz de la tierra aquellos que habían sido alguna vez testigos de su presencia a lo largo de los últimos 70 años de la historia de la humanidad. No quedó nada de nadie en los puntos de reunión, ni siquiera pertenencias. Nada que fuesen para ellos un incordio y que hubiese puesto en peligro su anonimato . Era como si hubiesen activado un enorme aspirador y se los hubiese tragado la tierra. Bueno en teoría no era así. Ahora todos los contactados no eran más que moléculas microscópicas que flotaban en la inmensidad del espacio.

© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)

1 comentario:

Alegría dijo...

Sencillamente y en tres palabras: me ha encantado.
Soy de las que piensan que no estamos solos en el universo, pero a partir de hoy ni de coña pienso ir a un avistamiento.