Por fin lo tenía decidido. Ya estaba harta de todo. Se cortó de un sólo tajo las venas de la muñeca izquierda y comenzó a sangrar de forma profusa. Sintió como el calor y con ello la vida se le escapaban por la mano. Estaba cada vez más mareada y débil. Miro hacia el suelo. De repente le entró un cabreo de tres pares de cojones al ver como estaba manchando de sangre el suelo recién fregado.
© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)
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